Karra Elejalde: «Mi futuro no es tumbarme a la bartola en una playita, es quedarme en el chiringuito»


Karra Elejalde (Vitoria-Gasteiz, 1960) no quiere morir como Chanquete. Una década después, se le ha atragantado el éxito de ‘Ocho apellidos vascos’ (Emilio Martínez Lázaro, 2014), una indigesta que irrumpe cuando la gente le sigue parando por la calle a grito de Koldo, aquel pescador de la macondiana y ficticia Argoitia donde se rubricó la película más taquillera de de la historia del cine español. Este actor, de energía desbordante y honestidad extrema, es el mismo que se escondía tras la barba de Unamuno, aquel que clamó en ‘Mientras dure la guerra’ (Alejandro Amenábar, 2019) contra las salvas a la muerte de una horda fascista en la Universidad de Salamanca; el mismo que, con sus prismáticos, cayó presa del bucle temporal de ‘Los cronocrímenes’ (Nacho Vigalondo, 2007) o que perdía un anillo de compromiso en una despedida de soltero en esa delirante road movie llamada ‘Airbag’ (Juanma Bajo Ulloa, 1997).

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Quizás por eso, Karra Elejalde haya decidido deshacer el viaje de Koldo, viajar al sur para lucir currículum mientras un grupo de turistas asiáticos sacan fotos al revuelo montado en torno a él y varias personas que, a su pesar, le señalan cuchicheando: «Es el de ‘Ocho apellidos vascos'».

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Con el sambenito a cuestas y henchido de una vehemencia desternillante, el actor ganador de dos Premios Goya comparte sus anhelos, frustraciones y diatribas con Fotogramas en el marco del Festival de Málaga 2025, donde ha presentado ‘Tierra de nadie’, la nueva película de Albert Pintó, cineasta detrás de otros títulos como ‘Nowhere’ (2023), ‘Malasañana 32’ (2020) o ‘Matar a Dios’ (2017). Vértice de un triángulo interpretativo que comparte con Luis Zahera y Jesús Carroza, Karra Elejalde abraza sus raíces para volver a enfundarse el hábito de un pescador vasco retirado al que el paro le ha condenado en Cádiz a la trastienda de los narcos y del tráfico ilegal.

Vaya pinta de viejo rockero tienes en la película… Es una mezcla entre Fito Cabrales y el Eduard Fernández de ’30 monedas’.

Algo así como el profesor Bacterio de ‘Mortadelo y Filemón’. ¿Qué sucede? Que es un fiel reflejo de la realidad. El personaje es un “carroza”.

En cambio, ‘Tierra de nadie’ tiene forma de ‘La isla mínima’ y alma de ‘Fariña’.

Somos tendentes a clasificar. Si no clasificamos, no somos felices. Al director no le gusta que digamos que es un thriller. Él quiere que digamos que es un drama. Yo diría que es una road movie a pie, o eso fue al menos para mi personaje rodar esta película. Fue muy sufrida. Estamos de acuerdo todos en que es un thriller, pero intentamos que, además de un thriller, hable de cosas. Los thrillers al uso o películas como ‘Fast and Furious’ no inciden en los personajes. Nosotros hemos querido que sea un thriller con emociones y sentimientos, donde los hombres lloran. En los thrillers, las mujeres son mujeres objeto o mujeres florero que pocas veces salen. Para dar leña, mejor los tíos, ¿no? Tienen más testosterona. Pero las mujeres de nuestra película… cuidado.

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La película también es una oda a la amistad…

Son tres amigos de toda la vida, pero que juegan en campos que los convierten en adversarios. Es como la tabla de La Liga, si tú eres del Atlético de Madrid, tú del Real Madrid y tú del Barça… ahí tenemos un problema. Yo cuando me leí el guion, pensé «esto va a acabar como el rosario de la Aurora, a ver cómo nos matamos entre nosotros.» Mi personaje es el hijo de un pescador vasco que vino hace mucho a Cádiz porque tenía reuma o asma y dijo: “También hay peces en el sur y también puedo vender Winston de batea”. Se metió en el chocolate y para eso no necesitas pistola. Y yo interpreto a ese tipo de narco heredero, subsidiario de alguien que tenía una taberna y movía chocolate.

¿Qué está pasando ahora mismo en Cádiz?

Han llegado mafias internacionales a Barbate que son la leche: mexicanos, colombianos, rusos, suecos, daneses… gente de todos los lados y todos con pipas a ver quién la tiene más larga y la cosa se ha puesto muy turbia. Por otra parte, la infraestructura que tienen las Fuerzas de Seguridad es prácticamente inferior a la que tienen los narcos y, encima, entre nosotros hay algún gusanillo en la manzana, con lo cual, esto va a peor. Eso es lo que quiere contar Albert con ‘Tierra de nadie’.

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En la película interpretas a un personaje que por momentos está atravesado por la nostalgia. Llega a decir: “Aquí antes se vivía de puta madre, tumbado al raso, en la playa con una barquita”. ¿Es Karra Elejalde una persona nostálgica que cree que cualquier tiempo pasado fue mejor?

No, pienso que cualquier tiempo pasado fue peor. Lo digo de verdad. Nostálgico poco, pero mi pulsión vital o mi futuro no es tumbarme a la bartola en una playita, es quedarme en el chiringuito. Tumbarme al sol es una cosa que mis huesos lo sufrirán siempre. Tengo una carencia total de vitamina D y me rompí una costilla estornudando. Nos pasa a todos los de la cornisa cantábrica o tomamos mucha vitamina D o estamos jodidos.

¿Ni siquiera te sientes tentado de buscar refugio en el pasado para huir de este presente de mierda y de este futuro incierto?

No soy feliz en un balneario disfrutando de un masaje, me parece un aburrimiento total. Soy un tío raro porque esa no es mi manera de disfrutar de la vida, soy más activo. Era hiperactivo desde niño, por lo que eso no es la felicidad para mí.

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Hay una escena en la que tu personaje reivindica sus raíces vascas, que no se esforzaran por notar el acento andaluz… ¿En algún momento de tu carrera te han pedido que te quitaras el acento?

¡Claro! Muchas películas las he hecho cambiando mi acento. Por ejemplo, en ‘Ocho apellidos vascos’ no es mi acento, yo no hablo así. ‘A Esmorga’, una película que rodé toda en gallego o ‘Carne de gallina’, una película que la rodamos toda en bable, o cuando te piden un acento argentino en un cortometraje… Al actor le pasan estas cosas. En este caso, lo ha explicado Albert Pintó, que dijo: “Yo quería tener a Zahera, a este y al otro. Que el pescador sea de allí, este de aquí y aquél de allá”, pero la justificación está en la película, del por qué mi presencia en Cádiz. Y para ello tenía una venta que se llamaba el Arrantzale, que significa pescador en euskera, pero en la película no lo saben decir bien y me llaman “el anchale”. Soy el hijo de aquél arrantzale que vino aquí buscando una vida más tranquila.

Tu personaje tiene un cierto orgullo patrio, pero no tanto de pulserita, sino orgullo de currante, y lapida el cliché de que a los andaluces no les gusta trabajar.

Mi personaje lo que dice es que esta es nuestra tierra, que esta vía es de camino para pasar chocolate y tabaco y que la hemos abierto nosotros y que ahora va a venir otro de fuera y, de alguna manera, también la situación en la que vive “el yeye”, el verse de aquí, verse de allá es lo que da título a la película ‘Tierra de nadie’. Esta es nuestra tierra, aquí o curráis con nosotros o no curráis, y el otro dice: “Esta tierra no es de nadie, es del que la tiene la cosa más larga” y la cosa más larga es una pistola. “¿Tienes tú una más larga? Pues te jodes”.

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Decía Viggo Mortensen que, si él tiene que empatizar con un personaje que interpreta, empatizaría hasta con el mismísimo diablo, ¿logras empatizar con este personaje al que no le fallan los principios pero sí esa mentalidad de que el fin justifica los medios?

No podría. He interpretado a personas que están en las Antípodas de mí y por las que no siento más que repulsión por ellas, tranquilamente. Es como decir que mañana me toca interpretar a un pederasta… Claro que haría el papel, porque hay que decir algo sobre esto. Soy un cura pederasta, yo hago el papel, pero para nada empatizaría con ese cura ni me documentaría excesivamente. Muchos de nosotros hacemos cosas raras a la hora de encarnar un papel, como irte a un juzgado y convivir tres meses con un juez para interpretar a un juez… hazlo de otra manera o sé feliz si lo eres así. Yo no necesito “pedir tres niños” para interpretar a un pederasta. Habría que estar enfermo. Ni pacto con el diablo ni con su p*** madre, así de claro. Si tengo que hacer a un personaje, lo hago. ¿Es un cabrón? Pues es un cabrón y cuando acabo de rodar ese tío es un cabrón y me quedo más ancho que pancho.

‘Tierra de nadie’ invierte el mecanismo de ‘Ocho apellidos vascos’: el sur acogiendo a alguien del norte, de Euskadi a Andalucía… Una década después, ¿te sigue persiguiendo el fantasma de ‘Ocho apellidos vascos’?

¡Claro que me persigue! A mí la gente me dice: “Oye, me encantó tu película” y, a pesar de todas las que he hecho, es siempre la misma. Es algo de lo que he intentado huir. Tu personaje no te puede exceder, no puede ser que tus personajes sean más importantes que tú que los has construido. Esto le pasaba a Chanquete, a Antonio Ferrandis en ‘Verano azul’, que se quedó con el nombre de Chanquete, el entrañable Chanquete… Y Chanquete odiaba como la mierda que le llamaran Chanquete. Pues Chanquete el pobre se murió, a mí me pasará, y en todas las portadas ponía: “Ha muerto “Chanquete”.

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Headshot of Javier Díaz-Salado

Se perdió una mañana de instituto para ver el final de ‘Perdidos’ y, aunque la leyenda cuenta que está en FOTOGRAMAS por sus tortillas de patata, la realidad es que lleva en la revista desde 2016 como “el chico de los vídeos”. Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, un día se cansó de vivir entre muggles y, antes de que ‘Cinema Paradiso’ y ‘El espíritu de la colmena’ despertaran su fascinación por el séptimo arte, decidió (no) crecer imaginando su infancia entre hobbits y jedis. Vive enamorado de Emma Watson y Michael Scott, y está convencido de que su cima en la vida ha sido, es y será decirle a Viggo Mortensen en un ascensor que todavía guarda una figura de acción de Aragorn.