Al Pacino es historia del cine, pero su camino comenzó mucho antes de que se convirtiera en Michael Corleone. Nacido el 25 de abril de 1940 en East Harlem, con raíces sicilianas (su familia materna era de Corleone), creció en el South Bronx junto a su madre. Desde joven, demostró ser un actor nato, destacando entre sus compañeros del colegio y contando con el apoyo de sus profesores. A pesar de su irregular paso por el sistema educativo, Pacino destacó con su pasión por el teatro, que lo llevó a convertirse en una de las grandes figuras de la actuación del siglo XX. Eso sí, hay algo en su carrera que brilla con luz propia. Y no, no es ninguna de las 10 mejores películas de Al Pacino.
Las mejores películas de Adam Sandler no solo nos presentan a un cómico genial, sino a un buen tipo. Desde sus inicios en ‘Saturday Night Live’ hace más de treinta años, el neoyorkino ha demostrado ser una imparable fuente de tontuna absurda y bienintencionada. Vapuleado por la crítica, venerado por sus compañeros y adorado por la taquilla de sus siempre rentables películas, ha sabido hacerse un hueco en la industria de la que se negó a desaparecer. Como resultado, las 11 películas en las que Adam Sandler se puso serio son casi tan buenas como las mejores películas de Adam Sandler. Y dentro de este delicioso último pack es donde encontraremos a Al Pacino rapeando sobre donuts.
Fue en 2011 cuando el cineasta Dennis Dugan estrenó la hilarante ‘Jack y su gemela’, comedia protagonizada por Adam Sandler y secundada por Katie Holmes, Al Pacino, Santiago Segura y Dana Carvey. En ella, Jack (Adam Sandler) es un ejecutivo triunfador pero su paz familiar será cuestionada por la visita de su hermana gemela Jill (Adam Sandler), un torbellino que mantiene una relación sentimental con… ¡Al Pacino! Absolutamente fulminada por la crítica, ‘Jack y su gemela’ no es la obra mediocre de un idiota. Es una obra maestra demente y surrealista que sabe exactamente lo que hace, al igual que un desatadísimo Al Pacino entregándose sin miedo a un papel tan absurdo como brillante (y musical).
La autoconciencia de la cinta se demuestra en la subtrama que involucra al legendario Al Pacino. Cuando Adam Sandler, el tipo serio de la película, intenta conseguir que la leyenda de Hollywood protagonice un anuncio para la cadena estadounidense Dunkin’ Donuts, Al Pacino, interpretándose a sí mismo, no está seguro del trabajo. Acaba de sufrir una crisis nerviosa muy sonada en el escenario mientras interpretaba a Ricardo III –un claro guiño a la histórica relación del actor con Shakespeare–, pero no cree haber tocado fondo todavía y se siente insultado por la oferta… Hasta que conoce a Jill y se enamora perdidamente.
Después de muchas (nunca demasiadas) escenas de un Al Pacino enloquecido, se ofrece un comentario sobre las dos caras del arte estadounidense. Hollywood siempre ha lidiado con dos reputaciones: la de entretenimiento cobarde y la de arte serio. Por un lado, Pacino representa su lado respetable y legendario, y por otro, Sandler encarna su lado más comercial, llegando a colisionar en una de las mejores escenas de la película. Es entonces cuando Al Pacino rapea una canción sobre Dunkin’ Donuts al ritmo de la pegadiza ‘Dunk-Dunk-Dunkaccino’.
No es una escena. Es LA escena. Y el truco de su éxito es que Pacino la interpreta con tanta seriedad que resulta un anuncio totalmente creíble. De hecho, así es para una gran parte del público. Durante una sesión de preguntas y respuestas celebrada este año con motivo del 50 aniversario de ‘Tarde de perros’ (Sidney Lumet, 1975) en la American Cinematheque, el actor lo dejó claro: «La gente se piensa de verdad que recibo dinero por ello, pero no hice un anuncio para Dunkin Donuts. Piensan que lo hice en la vida real, no solo en la película de Adam Sandler. Pero ponen esa escena todo el rato. ¡De todas mis películas es la favorita del público!», bromeó Al Pacino según recoge Variety. Si es que debería haber ganado su segundo Oscar.
Atrapada entre la música y el cine, desde Vigo llegó a Madrid para estudiar Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III. Cuenta la leyenda que prefería saltarse clases para ir a algún estreno aunque, si se lo preguntas, lo negará.
Llegó a la redacción de Fotogramas como becaria en prácticas, después de adentrarse en el periodismo musical y de cine colaborando en medios como la revista Milana. Ha entrevistado a personalidades como Jonás Trueba o Irene Escolar y su bien más preciado es una púa de guitarra. Vive enamorada de Phoebe Waller-Bridge y Nora Ephron. Si no la encuentras, es que estará viendo alguna película de Kurosawa. Da igual cuándo leas esto.