
La bailaora y pintora Micaela Flores Amaya, más conocida como La Chunga, falleció ayer a los 86 años. En 2011, le había sido diagnosticado un cáncer de pulmón. “Es triste y nunca es una noticia agradable, pero también ha habido un progreso largo de una enfermedad y entonces pues lo asumes un poco mejor», explicaba ayer su hijo Luis en el programa Y ahora Sonsoles.
La Chunga nació en 1938 en una familia gitana de Cádiz emigrada a Marsella que, tras la Guerra Civil, la llevó a vivir a Barcelona. Fue allí donde empezó la carrera como bailarina. Prima de otras artistas como Carmen Amaya y Dolores, primera mujer del Pescaílla, La Chunga pronto llamó la atención del pintor paco Rebés, su descubridor, quien años después también fue quien la animó a cambiar los tablaos flamencos por los pinceles. “Paco Rebés la llevó a la maestra Emma Maleras allá por el año 1956, para que le diera clases y ampliara su repertorio. Llegó al estudio y se sentó en el suelo. Era una gitana salvaje, no sabía leer ni escribir. Emma le compró unos zapatos y La Chunga se los puso y se los quitó rápido, le dijo que no bailaba con zapatos y los tiró en un rincón”, recuerda en ABC el bailaor José de la Vega, uno de sus amigos de esa época.
La Chunga en 1960 con el director de cine francés Marcel Carne
GTRESFueron años aquellos en los que se ganó la admiración de figuras de la cultura como Rafael Alberti, Dalí, o Picasso, quien se quedó pasmado con sus pinturas. «He necesitado 70 años para hacer lo que hace esta chiquilla”, se cuenta que dijo. Más tarde, en Madrid, actuaba en el mítico Café de Chinitas cuando su arte conquistó también a Ava Gardner, quien la ayudó a participar en dos películas de Hollywood. En 2018 recordaba a la estrella en una entrevista con Vanity Fair: “Era de una belleza increíble, que ni pintándola se podría plasmar. Y además buena gente. Vino a verme al Café de Chinitas, y al terminar mi número me esperó. Quería contratarme y yo le decía que estaba muy dolorida de los pies, que no sé si podría bailar esa misma noche. A pesar de ello, me llevó a su chalet y al ver que yo estaba con tanta molestia, me sacó una palangana con agua caliente y unos polvos. Y ahí me tuvo tanto rato que cuando los saqué tenía ya los pies arrugados”.
En el mundo del cine también conoció al que sería su marido, el director José Luis Gonzalvo, quien la dirigió en Ley de raza (1969). Con él tuvo tres hijos antes de separarse: Curro, Luis y Pilar.
En los ochenta, se retiró como bailaora profesional para dedicarse a la pintura, aunque siguió vinculada a la danza como profesora de flamenco de famosos como la duquesa de Alba, Cayetana. Sus cuadros de bailarinas gitanas en el estilo naif conquistaron a coleccionistas como Alaska, una de las mayores admiradoras de sus cuadros, quien tiene varios suyos en su casa de Gran Vía.
“He pasado hambre y frío, viviendo en las barracas», nos decía. «Pero aun así, creo que desde que estaba en la barriga de mi madre, ya tenía suerte, porque hasta le regalaban ropa para mí. Puede que haya nacido con estrella, por eso siempre que veo pasar un avión pienso: ‘ahí voy yo’”.