Los edificios La Fuente o Madariaga. El complejo parroquial San Fernando. Junto a estas construcciones pacenses, el Hotel Alcántara o el Embarcadero de Aldea Moret, ambos, en la capital cacereña. No es una lista de edificaciones extremeñas al azar, sino algunos ejemplos de estructuras que se inmiscuyen dentro de las líneas del brutalismo.
Puede que en los últimos días hayan escuchado hablar del término. Quizá en varias ocasiones, porque los 215 minutos de la laureada película ‘The Brutalist’ llegaron a las salas de cine españolas el pasado 24 de enero para contar la historia de un arquitecto húngaro que, en la época de la posguerra, huye a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. La peculiaridad del filme, o una de ellas (no es habitual un largometraje de tres horas y media, con un interludio de 15 minutos entre medias) es que utiliza la arquitectura como base. Concretamente, la brutalista.
«Un estilo que responde a la apariencia física de los materiales trabajados con un aspecto más próximo a su realidad«. Así define el decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura, Juan Antonio Ortiz, esta tendencia que bebe «de un movimiento moderno que se inspiró en los principios del racionalismo, de la Bauhaus».
Tanto es así que el propio protagonista del reciente estreno, László Tóth, que, en realidad, nunca existió, deja atrás un notable reconocimiento en Europa como parte de la escuela alemana que fundó Walter Gropius en 1919 y que los nazis, después de una persecución periódica, cerraron en 1933 de forma definitiva.
Aun así, la Bauhaus (que era una escuela artística, no solo arquitectónica) es considerada como una de las más influyentes del siglo XX. El brutalismo, como apunta Juan Antonio Ortiz, siguió sus pasos.
Sin ser una tendencia a la que se adhiriese un número incansable de arquitectos, sí encuentra exponentes muy representativos, como es el caso de Le Corbusier. Al suizo pertenecen construcciones tan significativas como el convento de la Tourette o la unidad de habitación de Marsella, ambas en Francia. En España, acapara la atención Torres Blancas, en Madrid, diseñada por el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza.
Sin embargo, es Javier Carvajal Ferrer uno de los más representativos del estilo a nivel nacional, con la mítica casa que lleva su apellido o la torre de Valencia en Madrid como principales argumentos. La parroquia Santa Ana o el Centro de Estudios Hidrográficos (CEDEX), de Miguel Fisac amplían la lista de ejemplos en la capital.
En Barcelona, el edificio Walden 7 o la fábrica de cemento, de Ricardo Bofill no pueden quedar fuera de la lista. Pero, ¿llegó la tendencia hasta Extremadura?
El brutalismo en Badajoz
Daniel Calero y Manuel Briñas trajeron el brutalismo en los primeros años de los 70 con el complejo parroquial San Fernando, en Badajoz, que deja a un lado la expresividad externa para poner el foco en el interior y en el sentido eclesial del templo. De los mismos arquitectos, misma época y mismo estilo es el edificio de viviendas ubicado en la también pacense Ronda del Pilar, número 15.
Algo antes se inició el proyecto del edificio La Fuente, desarrollado por Eduardo Morcillo Madariaga y José Mancera Martínez y que se adentra en el «brutalismo radical» tal y como apunta Juan Antonio Ortiz. Ubicado al lado de la autovía, está conformado por nueve plantas que reúnen 79 viviendas. El edificio Madariaga, en la calle Adelardo Covarsí, fue concebido por los mismos profesionales y es otro ejemplo de arquitectura brutalista en Badajoz.
Todos, diseños marcados por la crudeza los componentes, del ladrillo o del hormigón. El brutalismo, explica Juan Antonio Ortiz, antepone la funcionalidad sobre el ornamento; la herencia de ese modernismo, del racionalismo, se deja ver en las construcciones. La época de la posguerra, sinónima de necesidad, requiere, además, edificaciones rápidas. No se pueden permitir ‘perder el tiempo’ en adornar demasiado.
De ahí la importancia de la tendencia que da nombre a la película de Brady Corbet. Un filme que, por cierto, hizo su debut mundial en el Festival Internacional de Cine de Venecia, el 1 de septiembre de 2024, y que adquiere un reflejo cada vez más dorado. Tres Globos de Oro, diez nominaciones a los Oscar y nueve a los BAFTA, entre otros, avalan el buen recibimiento que ha tenido el largometraje.
La herencia del estilo en Cáceres
Continuando con el repaso a Extremadura, Cáceres también cuenta con algunos exponentes de la época. O del estilo, pues la estación de autobuses del Casar de Cáceres de Justo García Rubio está influenciada, según describe el decano, por la corriente brutalista. Así lo muestran su lámina de hormigón o su forma estructural.
Sin embargo, la estructura fue levantada en los primeros años del presente siglo y el auge del estilo arquitectónico en cuestión puede situarse, en España, entre la década de los 50 y mediados de los 70.
Sí se levanta en ese periodo, concretamente, en 1966, el Hotel Alcántara, de Dionisio Hernández Gil. Ubicado en la avenida Virgen de Guadalupe, fue renovado parcialmente en 2010. El edifico Embarcadero, en la barriada de Aldea Moret, fue construido entre 1957 y 1959, para almacenar los minerales extraídos y transformados en el poblado antes de ser transportados a distintos centros de producción distribuidos por toda Europa. El estudio de arquitectura de Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano lo rehabilitó en 2008.
Por último, en la provincia de Cáceres sobresale la presa de Cíjara, en el municipio de Alía. Se trata de una presa de gravedad, construida con hormigón armado, de líneas puras, sin ornamentos, y de eje rectilíneo. Juan Antonio Ortiz explica que las presas hidráulicas, por su propia naturaleza, son muy propensas a adentrarse en el estilo brutalista. Francisco Javier Cervantes y Lucas E. Ortega Gómez fueron los autores de esta obra que, sin embargo, se remonta a 1902 (fuera del periodo del súmmum del brutalismo) Eso sí, su construcción no se activó hasta 1934 bajo el amparo de Indalecio Prieto y fue en 1956 cuando, por fin, se dio por finalizada.
Actualidad
La simplicidad de los diseños o la tendencia no poco frecuente a dejar los materiales ‘desnudos’ en la actualidad obligan a preguntar a Juan Antonio Ortiz si el brutalismo se está volviendo a poner de moda.
«No se podría equiparar», responde tajante el arquitecto, que sí reconoce esa inclinación hacia dejar el hormigón visto, o el ladrillo sin revestir, incluso, cuando el material no ha sido concebido para ello. Igualmente, resalta la sencillez, pero, todo ello, ejecutado desde otra posición. «Es una vuelta conceptual al pasado pero con otras estrategias y con otros lenguajes», esgrime.
¿Volverá el brutalismo puro en algún momento? Quién sabe. De momento, los admiradores de la arquitectura pueden disfrutar de los ejemplos que se han nombrado en este texto, además de muchos otros que, gusten más o menos, arrastran en sus vigas, suelos y muros una etapa de la Historia.
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