
Úrsula Corberó (Barcelona, 1989) podría haberse quedado en se lugar tan cómodo que, dicen, es el éxito. No parece mal lugar. Llegó allí tras un largo camino por series de televisión y películas juveniles hasta que apareció el bombazo de ‘La casa de papel’ que la convirtió en un fenómeno global. Pero ella eligió salir y marcharse a buscar otras geografías y retos más insólitos, que no eran los más obvios. Aceptó un papel arriesgado como el de ‘El cuerpo en llamas’ (2023) y ha ido probando proyectos internacionales como ‘Chacal’ (2024) o ‘Lift: Un robo de primera clase’ (2023) que van ampliando su universo. ‘El Jockey’, película argentina dirigida por Luis Ortega (‘El Ángel’) es la prueba de esta filosofía que guía su carrera.
La historia se mantiene en un alambre de humor absurdo y surrealista que requiere liberarse de pudor y lanzarse al vacío. Con el añadido de unas coreografías imposibles donde se desenvuelve como una diosa. En una escena que marca el tono de la película el protagonista, al que da vida Nahuel Pérez Biscayart, pregunta a su personaje: “Qué tengo que hacer para que me sigas amando?”. Y ella responde: “Morir y nacer de nuevo”. Dicho y hecho. Así de desternillante y existencial es el film que se estrenó en la pasada Mostra de Venecia y que llega ahora a las salas españolas.
Aceptar un guion tan loco que te lleva a un universo tan delirante no parece fácil. ¿Tuviste que pensártelo mucho?
No pensé nada. Yo ya estaba feliz solo por hacer una película con Luis (Ortega) porque era uno de mis sueños como actriz. La verdad es que no entendí mucho porque cuando leí el guion no tenía absolutamente nada que ver con lo que ha sido después la película. Nada que ver. Era muy poco explicativo y muy cortito, no llegaba a 90 páginas, y no comprendí nada, pero tampoco me preocupó. Me planteó más preguntas que respuestas y lo vi como algo positivo porque significa que después hay cosas que hacer en el rodaje. Me gusta leer un guion donde no me lo dan todo masticado.
Con esas condiciones el rodaje debió ser incluso más surrealista de lo que parece. ¿Tuviste mucho margen para la improvisación?
Fue un rodaje muy bonito, original y liberador, donde yo aprendí a soltar. Me hizo mucho bien como actriz y como persona, porque venía de retener mucho en lo que hacía y de querer controlar todo. De repente, confiar y dejarse llevar sintiendo que estaba todo bien me hizo bien, lo recomiendo.
Te atreves con algunas coreografías impresionantes. ¿Cómo te sentiste rodando esas escenas?
Hubo un momento bastante loco con el baile inicial de la pareja. Cada toma que hacíamos se nos desmadraba un poco más y el ejercicio era precisamente contenerlo. Esa canción es la presentación de los dos personajes y tenía mucho jugo, se podían hacer muchísimas cosas. Fue uno de mis momentos favoritos. También el otro baile, con las yoquetas, que es la primera escena que rodé. Hice todos los bailes la primera semana, no tuve ni un diálogo, y después empecé con lo demás. Fue super terapéutico y bonito empezar a conectarme con el personaje a través de algo físico, corporal y encontrar la unión entre ellos dos, Remo y Abril, a través del movimiento. No había una coreografía pactada, sino una exploración de diferentes cosas.
El humor tiene mucho de cultural. ¿Conectaste desde el principio con ese tono y esos códigos tan particulares?
Recuerdo momentos muy divertidos en el rodaje. Hay una escena con Daniel Giménez Cacho en la que tiene un bebé y después aparece con otro distinto, que es claramente otro porque es negro, y me dice: “Con el tiempo se ponen así”. No podía parar de reírme. Además había 45 grados en Buenos Aires, hacía un calor tremendo.
¿Es muy distinto rodar en Argentina de rodar en España?
Siempre es diferente rodar fuera de España por una cuestión cultural. También porque una misma está lejos de casa y eso te hace sentir algo distinto, yo me siento más vulnerable. Pero, al fin y al cabo, los rodajes son los rodajes. Cuando me preguntan por mis proyectos en Estados Unidos suelo decir que hay algo global que es compartido en todo el mundo, suceda donde suceda. Hay algo de hermandad y familia, de unión donde todos saben que la mejor manera de sacar adelante una película o serie es a través del ‘sí’, de formar piña.
¿Rodar ‘El Jockey’ ha sido especial para ti?
Lo voy a recordar siempre por una razón y es que yo llevaba mucho tiempo yendo a Buenos Aires, desde hacía muchísimos años, por el vínculo que yo tengo con esa ciudad. Pero fue mi primera experiencia a nivel profesional y también la primera vez que estuve sola allí, con mi propia pandilla de amigos, fue muy bonito y especial. Muy necesario también para mejorar mi relación con Argentina.
En la anterior película de Luis Ortega, ‘El Ángel’, Chino Darín tenía una escena magnífica bailando ‘Corazón contento’. ¿Te inspiró para hacer las tuyas?
Luis está muy conectado con la música, tiene un gusto musical increíble. Esa escena me da muchísima ternura porque yo conozco a Chino y yo sé que para él todo lo que tiene que ver con lo musical le da mucho respeto. Me acuerdo que se tomó muy en serio esa escena. ‘El Ángel’ es un peliculón, me gustó mucho.
¿Qué otras escenas musicales hay en tu imaginario cinéfilo?
El baile de ‘Pulp Fiction’ con Uma Thurman y John Travolta. También el momento en que Nicole Kidman baja del columpio en ’Moulin Rouge’, viendo esa película yo soñaba con hacer un musical. Catherine Zeta Jones en ‘Chicago’ con las jaulas, Jennifer López y ‘Fama a bailar’, ‘UPA Dance’, loco.
Laura es crítica de cine y periodista cultural. La primera vez que fue al cine vio ‘E.T. el extraterrestre’, y eso no se olvida nunca. Ha escrito sobre teatro, música, arte, fotografía, arquitectura y gastronomía en ‘Elle’ y ‘Harper’s Bazaar’. En ‘Fotogramas’ se especializa en lo que podríamos llamar ‘cine de autor’, aunque toca todos los palos.
Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y se especializó en el conflicto en Irlanda del Norte en la Queen University of Belfast. Lo que le llevó a verse ‘Agenda Oculta’ (Ken Loach, 1990), ‘En el nombre del padre’ (Jim Sheridan, 1997), ‘Bloody Sunday’ (Paul Greengrass, 2002) y todas las películas que tuvieran que ver con el IRA.
Viajó a Cuba para estudiar en la EICTV (Escuela Internacional de Cine y Televisión) de San Antonio de los Baños, donde vio mucho cine latinoamericano y bebió demasiados mojitos. También rodó un documental en la isla lleno de personajes maravillosos. Uno de sus primeros trabajos fue en el canal de televisión ‘Cineclassics’, donde coescribió el documental ‘El cine durante la Guerra Civil Española’.
Adora ‘El imperio del sol’ (Steven Spielberg, 1987), ‘Drácula de Bram Stoker’ (Francis Ford Coppola, 1992), ‘Thelma & Louise’ (Ridley Scott, 1992) y ‘La edad de la inocencia’ (Martin Scorsese, 1993). Pero, en general, siente predilección por las películas pequeñas que cuentan historias en las que nadie se fijaría si se las cruzara por la calle. Le gusta ese cine que vive más allá de los márgenes del entretenimiento.
Ha coescrito el libro ‘Cine y Moda’ (Ed. Pigmalion Edypro) y a lo largo de su carrera ha entrevistado a intérpretes y cineastas como Helen Mirren, Al Pacino, Jessica Chastain, Isabelle Huppert, Juliette Binoche, Julianne Moore, Hirokazu Koreeda, Sam Mendes, Jonathan Glazer, Margot Robbie, Ryan Gosling, Jude Law o Hugh Jackman.